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Corría el año de 1956 cuando, el 30 de abril, se inauguró oficialmente la Torre Latinoamericana en la Ciudad de México. Al margen de su importancia histórica, por tratarse en aquella época del rascacielos más alto del mundo fuera de Estados Unidos -y el primero con fachada de vidrio y aluminio en su totalidad-, había también una cierta inquietud, pues era el primer edificio de tal envergadura -182 metros de altura con todo y su gran antena- en construirse en una zona de alto riesgo sísmico.
Y no tardó mucho en verse sometido a su primera gran prueba.
Apenas un año después, el 28 de julio de 1957, se produjo uno de los terremotos más fuertes que hayan azotado al país, de 7.9 grados de intensidad. Varios edificios sufrieron severos daños o, incluso, colapsaron. ¿La Torre Latinoamericana? Resistió asombrosamente la fuerza del temblor sin ninguna afectación grave.
Esto le significó una oleada de reconocimientos a nivel mundial y “La Latino”-como se le conoce coloquialmente-, ganó prestigio internacional. Recibió el premio del American Institute of Steel Construction (Instituto Estadounidense de la Construcción de Acero) por ser el edificio más alto que jamás en la historia había sido expuesto a una fuerza sísmica tan enorme.
Además del de 1957, la Latino ha resistido con gran fortaleza al menos cinco grandes temblores más, destacándose los del 19 de septiembre de 1985 y 2017. Su arquitectura e ingeniería ya son legendarias y desde que quedó comprobada su eficacia antisísmica sirvió de ejemplo para la construcción de grandes edificios en otras zonas especialmente sensibles a los movimientos telúricos, como Chile o Japón.
CIMIENTOS QUE “FLOTAN”
Su ‘secreto’ reside en los cimientos que “flotan” sobre el manto freático de la ciudad. “Muchas personas creen que la Torre Latinoamericana tiene gatos hidráulicos que la protegen de los sismos, pero es un mito. La verdad es que la clave de la tecnología antisísmica de la Latino está en las entrañas del suelo que soportan sus 25 mil toneladas de peso.
“Debajo de la torre colocaron 361 pilotes de hormigón en forma de punta. Estos pilares atraviesan toda la zona inestable del subsuelo, llena de agua y arena, y se enganchan a poco más de 30 metros de profundidad. Justo donde está la primera capa de tierra dura y estable”, explica José María Nava, arquitecto catedrático de la facultad de arquitectura de la Universidad Iberoamericana, fundada, por cierto, en 1955 por el arquitecto Augusto H. Álvarez, responsable del diseño de la Torre Latinoamericana.
La obra tiene mayor relevancia por estar situada en pleno centro de la ciudad, donde el subsuelo es arcilloso porque antes existía ahí el Lago de Texcoco en la época prehispánica. Y prácticamente gran parte de la capital mexicana presenta estas condiciones, por eso resultaría contradictoria la idea de construir altos edificios en una zona de terremotos y peor aún, con un subsuelo tan frágil.
Pero los rascacielos siguen construyéndose, y cada vez con mejor tecnología, por lo que la Ciudad de México se ha convertido en un ejemplo viviente del triunfo de la arquitectura y de la ingeniería antisísmica.
NOVEDOSOS DISPOSITIVOS
Al respecto, Jesús Valdez, ingeniero constructor y CEO de Miyamoto International en México, explica que el suelo de la capital es muy blando, lo cual amplifica las ondas sísmicas y representa un reto adicional a la hora de diseñar edificaciones. Comentó que hoy en día, la actualización del código sísmico de la ciudad incluye novedosos dispositivos como amortiguadores, aisladores de base o contraventeos restringidos al pandeo.
Es así que, desde edificios “sobre ruedas” hasta amortiguadores que transforman la energía sísmica en calor, en la Ciudad de México se encuentran algunos de los edificios más seguros contra terremotos.
"La Torre Mayor (2003) fue la primera en Latinoamérica que incorporó amortiguadores de tipo viscoso en un edificio con estructura metálica. Es de las más seguras a nivel internacional, porque el amortiguador sirve como disipador de la energía. Convierte la energía sísmica en calor”, señala Valdez, quien sostiene que durante un terremoto es más seguro estar dentro que afuera del edificio.
En 2015 se inauguró la Torre Bancomer, otro ejemplo novedoso de arquitectura antisísmica, con construcción metálica de estructuras diagonales a cada cuatro niveles, que sirven de soporte lateral y de absorción de la energía. Y el flamante Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA), cuenta con la novedosa tecnología de aisladores de base (mil 316 en total). "Es como subir el edificio a una patineta o a unas ruedas. Entonces el suelo empieza a moverse lateralmente, pero el inmueble permanece en su posición y se aísla de las fuerzas sísmicas", explicó Valdez.
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